¿Se puede viajar desde el sofá de casa?
Obvio. Mucho, muchísimo. Pero no te acostumbres. Hay que salir, hay que asomar patita (sin pantufla) y tocar mundo, palpar las cosas. Con The White Lotus me lo paso bomba viajando por Sicilia... pero NO. Leer a Sedaris supone un viajazo a esa América profunda, disfuncional, que enamora... pero NO.
¿Cómo crees que ha cambiado el estilo de vida de la sociedad española en los últimos tiempos? ¿Qué dice de nosotros?
Mmm, difícil pregunta. ¿Qué sociedad española? Hablaré solo de la que me interesa: la diversa, la moderna, la que está contando cosas bonitas al mundo, la que inventa, transforma y abraza el futuro. La que sabe viajar, por descontado. Esa sociedad, lo sé porque mi trabajo me permite hablar a diario con gente de un montón de países diferentes, está diciendo mucho de nuestra manera de ser abierta, inclusiva, tolerante y solidaria. Lo malo es que en los últimos tiempos campa otra a sus anchas que, como decía aquel, "no me representa". Es bonito ser español. Es feo que otros te dicten lo que debe significar ser español. Tenemos un país colosal, las cosas como son.
¿Qué momento está viviendo el sector turístico tras la pandemia?
Muy positivo, optimista y me da que con visos de seguir creciendo. Pero claro, debemos ir con cuidado, con pies de plomo diría. La pandemia nos hizo aprender mucho sobre todo aquello que debíamos mejorar... y me gustaría ver que lo cumplimos. En parte se está haciendo: hay una mayor conciencia sobre asuntos muy serios como el cuidado del planeta, la reducción de la huella de carbono en nuestros desplazamientos, la búsqueda de nuevas vías para solucionar los excesos del overtourism, las energías renovables, la economía colaborativa... Lo dijimos en Condé Nast Traveler cuando la pandemia comenzó a remitir y lo repito a menudo: ahora somos nómadas para un mundo nuevo. También hedonistas, quizá más que nunca porque el carpe diem nos ha dado un aviso, pero también responsables.
¿Hasta qué punto somos esclavos de las tendencias (en el periodismo, en la vida)?
Uy, qué miedo. Un poco esclavos sí vamos a ser, para qué negarlo. Y quien no lo crea... que tire la primera piedra a Instagram (o a Tik Tok). Creo que cual moldea su personalidad también a partir –o a través– de las tendencias que se va encontrando. Es evidente que, si absorbes todo lo que te viene cual esponja, tu personalidad andará un poco a trompicones, y ya sabemos que las redes sociales o ciertos formatos audiovisuales pueden ser tóxicos si no controlas bien la dosis. Por eso me gusta pensar que también somos creadores de tendencias. Yo mismo intento serlo en mi trabajo, va inherente a mi día a día. Contar lo que otros cuentan lo hacen los loros, mejor siempre empaparte de lo ajeno e ir salpicando con lo propio. La mesotés aristotélica siempre es buen baremo.
¿Cómo es esa línea de puntos que conecta viajes urbanos, naturaleza, gastronomía o compras en un medio como Condé Nast Traveler?
Es la línea de la emoción. No encuentro otra palabra mejor para hilvanar todo lo que hacemos, todo lo que queremos contar y compartir. Porque es la emoción lo que nos mueve, nos levanta del sofá (pantufla fuera, eso es), nos invita a bailar con la vida. La gastronomía, la moda, el diseño, la arquitectura... todo para nosotros es excusa de viaje y es emoción.
Un viaje inolvidable y tres porqués de ello.
Aquel a Tulum hace millones de años porque no teníamos un euro, porque todo pintaba que iba a salir fatal (el drama de no llegar, de no cumplir expectativas) y porque fue absolutamente maravilloso, ese road trip improvisado por Yucatán, ese andar sin buscarnos. La felicidad te la da eso, no esperar nada y que suceda todo.
¿Qué es para ti una marca valiosa y qué cualidades debe tener?
Lo dije hace poco ante una pregunta similar: una marca valiosa debe proyectar infinita verdad para tener, ya lo dice la palabra, "valor". Pero no económico, eso da igual. Lo he buscado en la RAE: "Grado de utilidad o aptitud de las cosas para satisfacer las necesidades o proporcionar bienestar o deleite". Y eso es: una marca debe emocionar (de nuevo), ofrecer una historia verdadera, un porqué sin trampantojo. El famoso "storytelling" no sirve si es un cuento creado a medida del cliente. No cuela. Puede que sí, que cuele un rato en Instagram, pero no perdurará. Y lo que no perdura ya sabemos qué pasa, se pone pocho.