¿Qué le lleva a una periodista cultural a montar una editorial?
Aunque conocía el mundo editorial, veía muy lejano el montar algo propio. Todo cuajó en un momento un poco delirante o epifánico en plena pandemia, consecuencia del teletrabajo y del cierre de un espacio cultural donde también estaba. Quería dar con una biografía sobre Zelda Fitzgerald imposible de encontrar a pesar de ser libro de referencia. No era la primera vez que me ocurría, en concreto, con obras de escritoras. Tampoco había podido leer a otras muchas autoras que se me resistían por estar descatalogadas. Llevaba tiempo escribiendo sobre estas figuras eclipsadas y siempre chocaba con lo mismo, una pobre conservación del legado artístico y literario. Estando ligada al mundo del libro, y dada mi devoción por el papel, de repente tuvo sentido empujar esa búsqueda hacia algo más. Confiaba en que habría otras lectoras. Aproveché esa etapa para empezar el rastreo, localizar herederos, transcribir, contrastar ediciones y esbozar cómo serían los libros. Si lograba cerrar un pequeño catálogo con tres, sólo tres, pondría en marcha Bamba Editorial.
En un momento de novedades literarias constantes, ¿cómo hacerse un hueco en el mercado y llegar al público?
Intuir quién te va a leer, o quién va a entender el proyecto editorial y contárselo muy bien a esas personas. A nivel práctico, he puesto energía ahí, cogido muchos trenes, recorrido librerías, hablado con las lectoras en clubs, talleres, y redes sociales. Compartir cómo nace un libro desde que es una criatura. Buscar que la lectora se emocione con nosotras y comprenda por qué hemos decidido publicar a esa autora, y también escucharlas. Creo que la forma de hacerse un hueco es crear esos vínculos y no darlos por sentado.
Sobre las novedades literarias, aunque el proyecto tiene un hilo conductor, pensamos en cada libro de forma independiente. Cada autora requiere un tiempo, tono y textura. Entender el libro como sólo como un lanzamiento es asumir tristemente sus dos meses de vida. La parte divulgativa se pierde. Hablamos de escritoras reeditadas, que han sufrido un segundo plano y las publicamos con la idea de perdurar. Buscamos –y esto para mí el reto más difícil–ensanchar los tiempos, estirar la atención y alargar esa vida.
¿El día a día de una editorial, y su proceso a la hora de presentar un libro, es tan romántico como lo imaginamos?
Quizás sí peco de romántica, pero quiero pensar que para la industria del libro, para lo que hago, no juega a la contra. O igual todos los editores tenemos ese punto. Como en cualquier trabajo hay espacio para todo, caos, números, burocracia, límites –o la falta de ellos–que agotan por las pocas herramientas que tienes a mano desde una editorial pequeña para llevar a cabo cada libro como quieres.
Siempre hay algún ojalá existieran tales medios, o tales recursos, pero al final este proyecto, el día a día compartido con mis compañeras (que también son amigas), se perdería. No sería entonces Bamba Editorial, sería otra cosa.
¿Cuál es el valor del libro en papel, del objeto físico, en estos momentos?
Han querido terminar con el libro tantas veces, y ahí sigue, como un horocrux. Aun así cuando comento lo que hago, más de las que me gustaría responden que es un sinsentido, que el libro hoy no sirve para nada. Cuestionamos la importancia de un objeto de resistencia ante tantas cosas como es el libro, admito que me entristezco un poco. Cuando tuvimos que escoger el papel para Bamba Editorial, por ejemplo, tenía muy claro que la parte sensorial y más táctil del momento de lectura debía primar. Elegimos el más poroso, sin barnices, y en su color puro sin tintes, de los más delicados, algo que también desaconsejaban. Haber hecho caso entonces hubiera implicado restarle valor al libro, a su experiencia total, y asumir que lanzábamos algo al mundo que no tenía por qué ser tratado con atención, ternura o cuidado.
El libro es relacionarte día a día y muy íntimamente con algo que surgió hace siglos, y con la finalidad de conectarnos, contarnos historias o recordarlas. Marguerite Duras decía que un libro abierto también es la noche y que esa misma frase, mientras la escribía, le hacía llorar. A mí no me hace llorar, pero casi.
¿Por qué traer al presente textos escritos por mujeres de antes?
Creo que figuras que han sido no sólo grandes literatas sino auténticos hitos estén relegadas a una estantería de segunda mano dice muy poco de nosotros. Elena Quiroga, que fue la primera novelista en ocupar un lugar en la RAE (y esto en 1984), Ana María Moix referente en Europa por ser de las primeras en escribir sobre el deseo entre mujeres, o Dulce María Loynaz, una de las pocas Premios Cervantes. Hay un punto que va más allá de la nostalgia o lo romántico cuando decides apostar por reediciones, trabajas con legados y ese respeto está siempre presente. Aquí tenía un porqué sólido, algo que es crucial cuando tienes un proyecto pequeño y todas las puertas para dudas y flaqueos.
¿Qué aporta trabajar en este oficio desde Valencia, cerquita del mar?
Me encanta que menciones el mar. Valencia para mí es casa, había vivido muchos años fuera, y en una ciudad sin mar (y esa lejanía la llevaba así asá). Sabía que si quería cultivar este oficio, que me parece una palabra preciosa para definir este trabajo, tenía que ser desde aquí. Mi familia tuvo una imprenta, Gráficas Valencia, en Ruzafa. No hacían libros, lo suyo era la cartelería de cine. Valencia, más allá de lo que me atrae como ciudad, es lo que encuentro de mí en ella, son historias, las mías. Empezar una editorial así lleva a una por mil sitios, algunos no tan bonitos. Quería tener esas historias y porqués muy a mano. Y el mar, claro.
¿Qué es para ti una marca valiosa y qué cualidades debe tener?
Aquellas que brindan espacio, me gusta sentir que existe un verdadero diálogo. Las marcas que optan por hacer poco pero con muy buena letra, que toman tierra. Admiro a las marcas y creadoras que permanecen muy fieles a sí mismas, coherentes y saben incorporar lo nuevo sin perderse, que logran que el enamoramiento perdure. Lo veo un súper desafío. Creo que eso se percibe desde afuera.